Modo de trabajo
Está íntimamente relacionado con su formación académica en relación al color, la composición, la perspectiva y los detalles. Doffo trabaja a partir de fotografías que él mismo toma, tanto en Mechita como en Buenos Aires. Utiliza cámaras fotográficas analógicas de la compañía japonesa Mamiya.
Por lo general, elige trabajar en grandes formatos, lo que no le impide ser minucioso. Es más, el detalle de la ciudad o pueblo que retrata en sus obras es algo de lo que se ocupa detenidamente. Este tipo de formato le permite tomarse ciertas licencias y utilizar diferentes elementos y herramientas. En una oportunidad, utilizó escobas de paja como pincel, elemento que le remite a su infancia, a su pueblo natal y al campo, como por ejemplo en obras como, Mi Pueblo y yo (1986) y Raíces celestes (2010).
Con respecto al color, elemento compositivo fundamental en su obra, no funciona como una herramienta poética, sino que está ligado a lo musical. El color también se relaciona con lo curatorial y con lo que él esté trabajando en cada momento. Por ejemplo, en el 2016 desarrolló una obra llamada “El pequeño abismo” en donde por primera vez en su producción, el fondo fue pintado de rojo. Los cielos en Doffo suelen estar teñidos de azul, pero como él considera que el abismo es lo contrario al cielo, elige en éste caso representarlo con el color rojo.
La utilización del color en su obra está relacionado a la utilidad: “Es como si fuese un músico y tuviese que hacer una sinfonía para chicos y otra para un funeral, cambiaría la instrumentación adecuada para cada caso”. Posee una especie de “canon de colores” establecido que usa a menudo en sus trabajos, una especie de sistema simbólico en el que cada color representa un sentir: por ejemplo para la melancolía recurre a tonos grises y marrones y el color negro representa el concepto de fuerza (a diferencia de otros artistas para los ese color está más ligado al miedo o a la angustia). Podríamos decir además, que el audaz uso del color de Doffo, tiene sus raíces en lo simbólico.
Como sus obras parten del desarrollo de una idea previa, en muchos casos las arrastra y elabora casi inconscientemente por años. En un momento particular “despiertan” y las plasma finalmente en un lienzo. El formato, el espacio, los elementos más adecuados para su materialización, etc. los encuentra después, en un segundo momento.
Obras
El desarrollo de la obra de Juan Doffo se inserta en la problemática de los años 80, etapa en que se da el quiebre de las vanguardias, y donde se percibe un regreso a la pintura pero sin perder la herencia del arte conceptual. Sus obras, donde diversas ideas sobre la vida, la muerte, la sexualidad, el poder, la mitología y las preguntas del hombre ante el universo (constantes en sus indagaciones visuales) fueron señaladas como pertenecientes a la generación del 80, pero resulta difícil encasillarlo en relación a los modelos del arte norteamericano o europeo contemporáneo.
Su obra fluctúa entre la abstracción y la figuración con una impronta local, nacionalista muy fuerte. En sus comienzos tuvo dos fuertes influencias: la pintura metafísica Italiana (con respecto al lenguaje formal) y fundamentalmente Giorgio Morandi desde su forma despojada de expresión. En ese entonces asociaba el silencio, la horizontalidad y los paisajes de la llanura pampeana con la estética y el pensamiento de Paul Klee y Mark Rothko
En su producción se vuelve una constante la integración entre la naturaleza y la cultura, aquello que el hombre construye, sus universos espirituales y materiales. Las imágenes tomadas de su tierra natal son siempre los escenarios en los que se desarrollan su imaginería, utilizándolas como punto de partida para materializar la realidad del hombre íntegramente, no en un único lugar específico sino con valores universales.
Su obra presenta notables aspectos constructivos y arquitectónicos mediante los cuáles plasma sus característicos cielos o infiernos abovedados, espacios ambiguos en los que la civilización se vuelve pequeña, mínima, a veces incluso imperceptible –piezas como Nostalgia (2000), Suspensa eternidad que cae (2005) y En sentido del arte (2012) son un fiel reflejo de dichos sentimientos-.
El interés por la teosofía, la filosofía y distintas corrientes de pensamiento espirituales, se hace palpable en cada una de sus obras, convirtiéndose, de alguna manera, en su leit motiv: la representación del hombre y su existencia en el mundo, desde la representación del espacio. Desde una especie de biografía personal, anclada y nacida de los lugares que poseen un valor afectivo fundante para él, se despliega una imaginería cargada símbolos y preguntas universales, inherentes a la condición del hombre frente al universo. El hombre está siempre presente pero no visible.